Importancia de la genética en la
teoría de la evolución.
Por: Aitor Sánchez Hernández.
Cuando se sugirió por primera vez la teoría de la evolución
hubo una gran controversia puesto que contradecía las creencias religiosas de
la gente en esa época. No estaban corroboradas muchas de las bases en las que
se asentaba la teoría de la evolución por lo que al entendimiento de los
científicos de la época sonaba como una invención fantasiosa.
Actualmente la evolución ya no es una simple teoría, sino
todo un campo de estudio, una rama científica. Con el paso del tiempo el
paradigma evolutivo ha crecido y ha adquirido solidez, hasta tal punto que hoy
resulta irrebatible gracias a las aportaciones que hizo la genética.
Pese a lo que se pueda pensar la idea de “evolución” no es
nueva ni mucho menos, viene de muy atrás. Sin embargo, empezó a tomar forma y a
adquirir un carácter más científico que filosófico a partir de las ideas de
Jean Baptiste Lamarck, naturalista francés de finales del s.XVIII principios
del s.XIX.
Lamarck propugnó que las variaciones que surgían por el uso
o desuso de los órganos podían heredarse, conduciendo a un perfeccionamiento de
la adaptación y a la posterior evolución, a través de grandes periodos de
tiempo. No obstante esta teoría, aunque errónea, se mantuvo vigente mucho
tiempo pese a que no aclaraba el proceso del cambio evolutivo ni daba pruebas
de ello.
Habría de ser Charles Darwin a quien se le reconoce, con
justicia, como el responsable de nuestra comprensión básica del proceso evolutivo
quien proporcionase las respuestas a las incógnitas y errores legados por
Lamarck.
Darwin razonaba que en la naturaleza, los individuos con
cualidades que les permitiesen ajustarse mejor a sus ambientes, ser más
fecundos, o bien, ser superiores a otros individuos de su especie, tenderían a
dejar más descendencia. Así, estas cualidades, que son frecuentemente
heredables, se incrementarían proporcionalmente en las generaciones sucesivas.
Darwin afirmaba, por tanto, que no hay adaptación de los caracteres del
individuo, hay variabilidad y la selección natural desecha aquellas variaciones
no adaptadas y pasando las adaptadas a la siguiente generación.
Por muy lógica que pareciera la teoría de la evolución de
Darwin tendía dos grandes lagunas que gracias a la genética han quedado
resueltas: el mecanismo que genera la variabilidad y la forma en la que esta se
hereda.
La genética (que nació
con el redescubrimiento de las Leyes de Mendell) no encajó perfectamente en la
teoría de Darwin. Al principio se propuso como un paradigma evolutivo diferente
a la selección natural creando una nueva teoría conocida como “mutacionismo”.
El mutacionismo sostenía que la mutación, única fuente
conocida de variación, era la que dirigía la evolución. La selección natural no
era importante y solo operaría suprimiendo de la población las mutaciones no
deseables. De acuerdo con el mutacionismo la evolución se producía cuando una
mutación favorable aparecía, remplazando a su menos válido predecesor.
Posteriormente se desechó el mutacionismo ya que no es
necesario que los genes surjan de nuevo por mutaciones, pero en la medida en
que sus frecuencias aumentan o disminuyen, a menudo debido a cambios
ambientales, podemos decir que se está evolucionando.
Hoy en día la teoría vigente es el llamado “Neodarwinismo” o
“teoría sintética” que es fruto de la unión de muchas disciplinas científicas
(entre ellas y en un lugar importante está la genética). En ella las nuevas
especies normalmente se originan a través de la acumulación de diferentes genes
debido a mutaciones y a sucesivas adaptaciones al medio hasta formar
poblaciones reproductivamente aisladas de la población original.
En definitiva la genética ha enriquecido la teoría de la
evolución mediante la selección natural propuesta por Charles Darwin aportando
las bases de la variación y de la herencia de los caracteres que hoy
denominamos genes que hacen que seamos lo que somos.
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